- La supervisión y la evaluación son fundamentales para garantizar la seguridad y el éxito permanentes de los programas sobre medios de vida. Además de supervisar la eficacia de los programas en términos de generación de ingresos, es preciso supervisar ante todo las variaciones en la naturaleza de las vulnerabilidades que afectan a mujeres y niñas. Las estrategias deben incluir:
- Descubrir quienes organizan, fomentan, permiten y colaboran en actos de violencia (Grupo de Trabajo del Área de responsabilidad de violencia por motivos de género , 2010).
- Modificar los programas de acuerdo con los resultados de la supervisión a fin de aumentar la seguridad de los participantes.
- Crear sistemas de remisión para los participantes que son víctimas de violencia en el trabajo o durante la formación (Heller y Timoney[LPM1] , 2009).
- Identificar a los que participan y a los que no. Es necesario desagregar estos datos por edad y, quizá también, por otras características (p. ej., la condición de residencia, el origen étnico, la afiliación religiosa, la orientación sexual, etc.) a fin de determinar las mujeres que se benefician de los programas y las que no.
- Medir el aumento o la disminución de la incidencia, gravedad y/o riesgo de peligro o violencia.
- Es probable que las tasas de trabajo infantil y de escolarización se vean afectadas por los programas de empoderamiento económico, por lo que deben supervisarse a fin de mitigar los efectos negativos (Katz et al., 2012).
- Identificar los factores que facilitan la violencia, como las vulnerabilidades de los hogares, las interrupciones de las actividades agrícolas, la inestabilidad económica, la inseguridad, etc.
- Asimismo, es imprescindible imponer medidas para controlar la seguridad de las mujeres y las niñas que realizan trabajos domésticos. Las familias con empleadas domésticas deben firmar códigos de conducta y cualquier programa de colocación en el servicio doméstico debe contar con sistemas de rendición de cuentas y seguimiento (Krause-Vilmar, 2011).
Para orientación y recursos relativos a los trabajadores domésticos, véase el apartado dedicado a esta cuestión en el sitio web de la Organización Internacional del Trabajo.
Ejemplo: El Centro de Desarrollo egipcio-sudanés en Arba wy Nuss cuenta con un programa de formación y colocación en el servicio doméstico. El director del programa promueve la protección y el trato justo de las mujeres refugiadas a nivel de comunidad mediante el acompañamiento de las tituladas a los hogares que les han sido asignados, el registro de los nombres y datos de contacto de los empleadores y del salario convenido. Estas simples medidas obligan a las familias a rendir cuentas y son un ejemplo de lo que el centro comunitario está dispuesto a hacer en nombre de las mujeres refugiadas.
Fuente: extracto de Heller y Timoney, 2009, p. 7.