Los espacios seguros para mujeres fueron creados por mujeres y para mujeres, con el reconocimiento de los promotores y las propias sobrevivientes de que las mujeres y las niñas son las expertas en sus propias vidas. Los proveedores de refugio y los promotores deben rendir cuentas a las mujeres que escapan o que buscan sobreponerse de los impactos de la violencia y deben apoyar sus decisiones de reconocer y reclamar sus derechos, lo cual es una parte imprescindible del empoderamiento de las mujeres.
Los refugios y las iniciativas de alojamiento alternativo deben ser diseñados e informados por la visión y experiencia de las sobrevivientes en colaboración con los defensores de las mujeres (que también pueden haber sobrevivido a situaciones de abuso). Esto puede garantizar que los programas están basados en los mejores intereses y necesidades expresados directamente por las mujeres afectadas (por ej. si permanecer en el refugio, qué otro tipo de asistencia se necesita; y las decisiones que se toman después de dejar el refugio y a partir de ese momento).
Es crucial asegurar que los servicios de refugio empoderen a las mujeres y puedan contribuir a cambiar la desigualdad y discriminación de género que prevalece en la sociedad y perpetúa sus experiencias de violencia. Esto significa que los refugios deben estar disponibles para todas las mujeres, y prestar los servicios sin condiciones tales como realizar trabajo o aporte financiero para el refugio, cooperar con la policía o prestar declaración (especialmente en casos de trata, por ejemplo) obligatoriamente. Deben promover la autonomía personal de las mujeres y evitar restricciones o controles sobre sus decisiones y su acceso a oportunidades socioeconómicas (por ej. servicios externos de empleo, movilidad y correo), que puedan asemejarse a los métodos de control de los abusadores. (Advocates for Human Rights, Women’s Rights Center, & International Women’s Human Rights Clinic, 2002; Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer).