Las comunidades que han implementado programas de respuesta coordinada describen una variedad de resultados positivos, que incluyen:
- mayor comunicación y coordinación,
- tasas de arrestos más elevadas,
- mayor uso de sanciones “reales” tales como prisión o libertad condicional,
- tasas de enjuiciamiento más elevadas, menor cantidad de sobreseimientos,
- persistencia de la víctima hasta el final del juicio,
- tasas de enjuiciamiento más elevadas, y
- mayor satisfacción de las víctimas (Holder, 2001).
Por ejemplo, un programa de respuesta comunitaria coordinada en la ciudad de Hamilton, en Nueva Zelanda, recibió evaluaciones muy positivas:
- la tasa de arrestos por incidentes de violencia doméstica aumentó en 2 tercios, aunque el cumplimiento con el protocolo con frecuencia era escaso y requería de supervisión constante;
- los enjuiciamientos en general eran exitosos;
- las sentencias para los acusados eran consistentes;
- los perpetradores que completaban el programa para hombres eran positivos sobre el mismo, a pesar de la resistencia inicial, y las derivaciones al programa aumentaron un 83% en el segundo año, incluidas las autoderivaciones; y
- las víctimas de violencia doméstica y sus hijos e hijas contaban con suficiente apoyo,
- la seguridad de las víctimas había aumentado; y
- las mujeres estaban satisfechas con la intervención (Stewart, 2005; Robertson y Busch, 1993; Shepard y Pence, 1999).