La vigilancia y la evaluación son dos actividades distintas, pero que se superponen parcialmente y tienen propósitos semejantes, es decir que las campañas se realicen de la manera más eficaz posible y se aprenda de la experiencia. Ambas son elementos esenciales de una gestión de campañas eficiente. En conjunto, miden el progreso hacia el objetivo y las metas de una campaña, así como los factores que los condicionan.
La vigilancia es el proceso de hacer el seguimiento de la ejecución de una campaña, del progreso hacia los objetivos y las metas, y de los factores externos que los condicionan, como nuevos riesgos u oportunidades. La evaluación reúne los datos de la vigilancia y las conclusiones de nuevos estudios para medir la eficacia o eficacia probable (en la evaluación formativa) de una campaña y sus distintos elementos. Si bien la vigilancia es un proceso permanente paralelo a todas las actividades de una campaña, las evaluaciones son actividades más específicas con plazos precisos, que generalmente se realizan al final de la campaña o en momentos determinados de una campaña (por ejemplo a mitad del período). En la fase de planificación de una campaña debería decidirse cuándo y cómo realizar las actividades de vigilancia y evaluación.
Idealmente, los organizadores de campañas y los investigadores expertos en cuestiones sociales y de comunicación deberían trabajar juntos en la planificación de las actividades de vigilancia y evaluación. Se busca lograr un equilibrio entre la precisión científica y las necesidades prácticas y las posibilidades de los organizadores de campañas. Incluso las campañas en pequeña escala que tienen recursos limitados pueden aplicar herramientas de vigilancia y evaluación para mejorar la eficiencia de las campañas. Asimismo, además de brindar información vital sobre las cuestiones que determinan el éxito o el fracaso de una campaña, la vigilancia y evaluación puede fortalecer la comunicación entre los interesados en la campaña, exponiéndolos a las perspectivas de los demás.
Los problemas de la vigilancia y evaluación de las campañas sobre la VCM muchas veces guardan relación con la complejidad, dado que los factores que contribuyen a la incidencia de la violencia contra las mujeres y niñas son muchos. Puede ser difícil individualizar relaciones causa-efecto directas entre las actividades de una campaña y el cambio de comportamiento de las personas, o determinar si la campaña u otros factores externos fueron los impulsores de cambios observados en las instituciones y la sociedad. Otro problema es cómo medir ciertos tipos de cambio. Por ejemplo, una evaluación de las actitudes respecto de cuestiones delicadas como la VCM basada en encuestas con cuestionarios podría no ser fiable, pues los encuestados suelen dar respuestas que consideran socialmente deseables y no revelar sus opiniones verdaderas.
Todas las campañas destinadas a poner fin a la VCM generan oportunidades de aprendizaje, útiles no solo para el equipo de ejecución sino también para campañas futuras. Es lamentable que relativamente pocas campañas destinadas a poner fin a la VCM hayan sido objeto de vigilancia y evaluación sistemática, lo cual explica la escasez de datos fiables al respecto.